DOMINE MACHINAE, DE BRUNO VÁZQUEZ
La obra de Bruno Vazquez volvió a sorprendernos en HumanIA, el acto inaugural del nuevo flagship del grupo Caser en Málaga.
Ante el reto de enfrentarse a la Inteligencia artificial, su obra «Domine Machinae» —Dueño de la máquina— dejaba al público sorprendido con un lenguaje absolutamente conmovedor y donde el artista, por medio de una perfomance, utilizaba todo su cuerpo como herramienta pictórica exponiéndose prácticamente desnudo frente al apabullante y meritorio brillo de dos plasmas que le retaba a una creación realizada con IA, y a otra llevada a cabo por un artista digital.
Hoy observamos su obra y se nos muestra con la misma fuerza y como huella imborrable de una energía rotunda. Qué duda cabe que son infinitas las referencias que el arte nos ha dejado con técnicas como el body painting, pero el haber sido testigos de todo ese proceso magnífica un resultado absolutamente auténtico y lleno de visceralidad.
La simple impresión intencionada y controlada del artista deja ese mensaje imborrable, efectista, casi sagrado como el de la Síndone, en el que energía y emoción van de la mano en un ejercicio de fuerza y expresión bruta, donde el roce de piel transmite desde lo más profundo marcando, no un formato, sino un verdadero espacio que le pertenece y reclama como suyo.
El color de los pigmentos tiene ahora nuevos aglutinantes: el miedo, la vergüenza, el sudor, el terror del que se enfrenta con lo más básico e inherente al hombre al reclamar lo que le pertenece frente al extraño.
Vázquez, aquella tarde no solo pintó una obra; reclamó con su color azul kleim la infinidad y la fascinación del arte, y todo ello en un proceso creativo lleno de diversión también para el espectador. Después de todo, son los conceptos que representa o se atribuyen a este azul.
La obra a base de manchas también registró sus grafismos tan característicos en algunas de sus creaciones para acabar poniendo ante el espectador el reto de superar el miedo a la máquina.
De nuevo homo sapiens frente a homo faber. El duelo sin cuartel que desde el principio ha convertido al hombre en hombre: la máquina o el utensilio, pero que probablemente ahora lo haga menos hombre que nunca, arrebatándole esa alianza. De él dependerá un resultado u otro.